Durango, Dgo. – La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, presentó este lunes un programa integral para impulsar la producción de carne bovina de calidad en los estados de Durango, Coahuila y Sonora, mediante una inversión federal de alrededor de 700 millones de pesos. La iniciativa, inscrita en el denominado Plan México, contempla la entrega de sementales bovinos, un fondo de apoyo para la engorda y la creación de Centros Integrales de Producción de Carne, orientados tanto al mercado interno como a la exportación.
El anuncio ocurre en un contexto complicado: el reciente cierre de la frontera estadounidense al ganado en pie mexicano, debido a la detección del gusano barrenador del ganado (GBG) en el sur del país. Esta situación ha obligado a los productores nacionales a reforzar los estándares de sanidad y calidad, así como a buscar nuevas alternativas para mantener la competitividad en el mercado internacional.
Durante su gira de rendición de cuentas en la capital duranguense, Sheinbaum afirmó: “Hoy anuncio una inversión total de casi 700 millones de pesos aquí en Durango para apoyar la producción de carne de la mejor calidad”. Sin embargo, detrás de este discurso de apoyo al sector productivo, surge el cuestionamiento sobre el verdadero alcance de la intervención estatal y su impacto en la dinámica empresarial de la región.
Expertos del sector cárnico consultados por este medio señalan que, si bien la inversión pública puede ser un paliativo ante coyunturas críticas, el desarrollo sostenible del sector depende de la capacidad de los empresarios para innovar, invertir y competir. “El reto de fondo no se resuelve solo con transferencias o apoyos puntuales”, advierte el Ing. Juan Carlos González, consultor en agronegocios, quien subraya la importancia de la autonomía del productor y la reducción de trabas regulatorias: “La mejor política es la que fomenta el emprendimiento y garantiza certidumbre jurídica, no la que sustituye la iniciativa privada por el aparato estatal”.
Históricamente, el norte del país ha sido referente nacional en la producción pecuaria gracias a la tenacidad de sus productores y la consolidación de empresas familiares que han sabido adaptarse a los vaivenes del mercado. Programas de apoyo, mal diseñados o sobredimensionados, han demostrado en el pasado su ineficacia para resolver los problemas estructurales del sector. Así lo recuerda el economista Arturo Dávila, de la Universidad Panamericana: “La experiencia de las décadas pasadas muestra que el intervencionismo excesivo suele generar dependencias y distorsiones, afectando la competitividad de largo plazo”.
El nuevo programa federal promete contribuir a la recuperación de la industria tras el golpe provocado por el cierre fronterizo. Sin embargo, el verdadero desafío será garantizar que estos recursos no se conviertan en un instrumento de control político o en un freno para la innovación empresarial, sino que sirvan como detonante para que los propios productores, en plena libertad y bajo reglas claras, puedan fortalecer la calidad de la carne mexicana y conquistar nuevos mercados.
En tiempos de incertidumbre, la defensa de la propiedad privada y el impulso al emprendimiento son la mejor garantía para el crecimiento económico. El sector cárnico del norte necesita aliados, no tutores. El Estado debe ser facilitador, no protagonista. La historia así lo ha demostrado.